Lo primero que Londres me ofreció fue su clima: una molesta llovizna helada, de esas que parecen diseñadas para robar la paz y cuestionar cualquier entusiasmo por la vida. Había reservado un lugar céntrico, cerca del Puente de Londres, una ubicación ideal para explorar el corazón de la ciudad.
Sin un plan rígido, decidí aventurarme hacia Brick Lane, el corazón de la rica cultura culinaria londinense. La ruta, un deleite visual, me sumergió en calles llenas de graffitis y arte callejero que rivalizan con cualquier galería moderna. Cada esquina parecía contar una historia, desde murales gigantescos que exploran la identidad cultural hasta pequeños stencils llenos de ironía política. Londres vibra con este tipo de expresiones, y Brick Lane es su epicentro.
El Brick Lane Market, un caleidoscopio multicultural, es un lugar donde las culturas se encuentran en forma de comida, ropa vintage y curiosidades que parecen sacadas de un baúl olvidado. Pero permítame insistir en la comida: Desde curry bangladesí hasta bagels recién horneados, el ambiente es una mezcla caótica y deliciosa, simplemente impresionante.
La noche me llevó al Blues Kitchen más cercano, un espacio cálido donde el blues y el soul dominan la atmósfera. La música en vivo estuvo muy buena y el resto de la noche la pasé bailando entre desconocidos.
La Verdad debe ser libre
Caminando por el centro de Londres, en medio de su ajetreada muchedumbre y su impresionante cartelera teatral me encontré con una protesta que me llegaba directo al alma: La gente estaba exigiendo la liberación de Julian Assange, el genio creador de Wikileaks, secuestrado ilegalmente por el Gobierno Inglés violentando la Embajada de Ecuador en Londres donde era un refugiado político desde 2012. Tenía que sumarme a la protesta, Assange ha sido un ejemplo para la Humanidad, y «el coraje es contagioso».
Herbie Hancock en el Barbican Hall
Pero mi visita tenía un propósito claro: Herbie Hancock, en vivo, en el Barbican Hall. Este legendario músico, pionero del jazz fusion y creador de obras maestras como Head Hunters y Maiden Voyage, es una figura que trasciende géneros y generaciones.
El Barbican Hall, conocido por su acústica impecable, es un lugar que parece construido para elevar cada nota al nivel de arte puro. La emoción al asistir a un concierto de esta magnitud en un espacio así es casi abrumadora. Hancock no decepcionó: con una mezcla de temas icónicos y nuevas composiciones, su virtuosismo al piano, su creatividad con los sintetizadores y su dirección impecable de la banda dejaron al público boquiabierto. Fue un viaje musical que confirmó su estatus como uno de los grandes innovadores del jazz. El Maestro cerró la noche con Chamaleon, y logré encontrar un video de la presentación completa de esa noche.
Un cierre al estilo londinense
Esa noche, Londres me regaló un último capítulo memorable. Un pub crawl improvisado me llevó de bar en bar, terminando en un pequeño rincón donde, entre cervezas y risas, todos cantábamos a coro canciones de The Beatles. En esos momentos, Londres se siente como un viejo amigo que te conoce bien y sabe exactamente cómo hacerte sentir en casa.
Pronto, un vuelo de menos de dos horas me llevaría a París.